Lo pregunto como quien lo ha experimentado casi todo, y al ver el mañana, se percata de la nada. Recuerdo claramente los sentires de un corazón roto, de una soledad perdida, de un abrazo marcado en memorias y una sonrisa colgada detrás del espejo para traerla al presente, aquel recuerdo que albergamos sin poder soltar por cuestiones de perder. Recuerdo palabras pocos sapientes de promesas incompletas, arrasadas por el olvido, cuestiones que vienen aleatoriamente a nuestra mente.
Somos pasajeros como todo lo que hay en esta vida. Porque como un niño, a veces creemos sin sospechar de maldad alguna, sin esperar traiciones, porque un niño es feliz y, tal vez, al crecer ese miedo de ser infelices nos robe la alegría.
Recuerdo cuando hablaba con mi bisabuelo, noventa y tantos años, siempre lo vi riendo, pero mientras la plática avanzaba podía observar el agua que yacía en sus ojos y que poco a poco se desvanecía contando el relato de su vida. Recuerdo cómo de golpe cambiaba su rostro y me contaba algo mejor, él decía que bastaba con un recuerdo alegre para borrar aquellos que no lo eran. Lo vi ser una persona fuerte, un dador del amor más puro para la bisabuela. Así lo recuerdo hasta su último día, aquel día cuando yacía yo recostado en su pecho, escuchando su corazón que lentamente dejó de latir.
Recuerdo el momento en que caí por primera vez de una bicicleta roja y cómo mis amigos gritaban y corrían detrás del otro sin que les importara nada. Recuerdo cuando el primer amigo de mi infancia estaba llorando al oír que su mamá tenía que emigrar a otro país, recuerdo haberlo abrazado y llorar juntamente con él, porque tal vez eso hacen los amigos de doce años. Ahora ya casi ni hablamos por cuestiones de destinos.
Puede ser que eso sea la alegría: disfrutar del presente dando incluso sin recibir.
Es evidente que no sé más allá de lo que me ha tocado disfrutar y he logrado plasmar, pero, lo que si recuerdo es haber sido el mejor amigo de diferentes personas en diferentes momentos, y quizás por eso dejé de creer ello, o puede que sea porque la última que tuve se me quedó adentro del corazón sin poder sacarle.
A lo mejor el tiempo germinará lo que aún no conocemos y traerá diferentes regalos, con envolturas nuevas y contenidos aún más inciertos. Probablemente nos regale cicatrices que sanar, amores no correspondidos, desilusiones de quienes menos esperamos, y sé que con un poco de espiritualidad, pretenderé que son señales de la vida.
Aún así, lo que más espero del futuro es que después de cada día, cada año, cada meta y cada sueño aún me pueda preguntar…
¿Hay algo de alegría después de todo?